La fine della lotta armata nel paese Basco2. Il Ministro Ramon Jaregui

Queridas amigas y amigos, En estos cinco minutos de silencio, han pasado por cada uno de nosotros infinidad de recuerdos y sentimientos. Se agolpan imágenes y nombres de los ausentes, de Fernando, de Jorge, de todas las víctimas, hasta 858, de esta tragedia que ha durado demasiado. También nos viene el recuerdo de sus familias sacudidas por el zarpazo del terror. Pesa sobre nosotros su silencio. Y aunque desgraciadamente no les podemos volver a la vida, hemos querido recordar a todos ellas en este lugar para celebrar, simbólicamente, el fin de la violencia en Euskadi y el triunfo de la democracia frente a la barbarie, desde la reivindicación de su memoria. Durante estos largos años hemos luchado y sufrido para llegar a este día. Bien sabemos cuánto ha sido nuestro trabajo y nuestro sufrimiento. Han sido muchos años. Mucho tiempo. Muchas víctimas. Ha sido mucho el dolor. Mucho el sufrimiento. ¿Por qué no confesar hoy aquí que muchas veces hemos dudado de que este día fuera posible? ¿Cómo no recordar que cuando eran asesinadas casi cien personas al año, cuando mataban día sí y día también, ni siquiera teníamos la certeza de que la democracia iba a imponerse al terror? Hoy celebramos esa victoria. La celebramos todos y la compartimos con todos. Sin protagonismos. Sin reproches. Dando por bueno que es el triunfo de la sociedad vasca y española en su conjunto. Pero sin cuestionar un ápice esta afirmación, es justo también decir que durante muchos años, éramos muy pocos y estábamos muy solos. Y lo quiero simbolizar en nuestro compañero y amigo Txiki Benegas, que, ya en la etapa de la pre autonomía, reclamaba en nombre de los socialistas vascos un frente de unidad democrática frente al terrorismo. Pero, ciertamente se acabó. - Se acabó el mirar a cada lado de la calle, cuando salíamos del portal. - Se acabó, dar instrucciones a los hijos para que no abriesen la puerta a nadie, desde aquel fatídico día en que unos asesinos engañaron a Enrique Casas en su puerta. - Se acabó el mirar debajo del coche. - Se acabaron las centralitas bloqueadas en los cuarteles de Euskadi, cuando la noticia saltaba a la radio: -Atentado en el País Vasco- - Se acabaron los barrios prohibidos. - Se acabaron las identidades ocultas. - Se acaban las vigilancias obligadas; los cambios de horario, los cambios de domicilio. - Se acabó la angustia. - Se acabó el miedo. Hoy podemos gritar Viva la Libertad y hoy empieza así, una vida nueva para acostumbrarnos a vivir libres y responder así a quiénes preguntaban ¿libertad para qué?, diciéndoles, como dijo Fernando de los Ríos,: “Libertad para ser libres”. Pero lo definitivo no es sólo el cese de la violencia. Lo definitivo es la victoria del Estado democrático y de derecho, del imperio de la ley, de la democracia y de la palabra. Lo definitivo es una paz sin condiciones, ni presentes, ni diferidas. Nadie nos ha regalado esta victoria. Como bien han dicho los líderes vascos. No les debemos nada. Nosotros. Los que creímos en la democracia y en el autogobierno hace 35 años, fuimos los que acertamos, ellos fueron los que se equivocaron. Hablan ahora de diálogo y de política. Bienvenidos sean a la voz y a la palabra, a la democracia y a las leyes en las que la mayoría de este pueblo está desde que se inició la democracia. El fin de la amenaza sobre la vida y la libertad no ha venido del cielo, ni de ellos. Ha sido una paz trabajada, muy costosa, en sangre, sudor y lágrimas. Todos hemos sido necesarios. También la política en el más puro y noble sentido del término. Hace unos años, el Presidente del Gobierno, cuando se abrió la expectativa de la paz en el año 2006, dijo que “el final de la violencia no tiene precio político, pero que la política puede hacer mucho para el fin de la violencia”. Hoy quiero reivindicar la política en todas sus dimensiones, incluyendo todas las instituciones: policías, jueces, gobiernos, partidos, dirigentes políticos. Todos ellos han sido hacedores y protagonistas principales de este gran triunfo de la democracia. Quiero por eso, recordando las palabras de José Luis Rodríguez Zapatero en aquella ocasión, expresar el agradecimiento de los socialistas vascos al Presidente del Gobierno, por una tarea impagable, por un esfuerzo titánico, incomprendido demasiadas veces. Durante todos estos años, cuando observábamos a los familiares de los asesinados, muchos nos han dicho, “por favor, que sea el último”. “Por lo menos, que no haya más”. Hoy podemos decirles a todos ellos, que ellos fueron los últimos. Que ya no habrá más. Sé, que nada ni nadie les consuela, pero sí puedo decirles en nombre de todos nosotros, que ellas, las víctimas, todas las víctimas, serán el testimonio del único relato que la historia admitirá de esta tragedia que tanto dolor ha provocado. Nadie, jamás, podrá negar su holocausto. Como dijo el Presidente: “La nuestra será una democracia sin terrorismo, pero no una democracia sin memoria”. Quiero expresar en nombre de los socialistas vascos, nuestro agradecimiento a todos los movimientos y a todas las organizaciones sociales que han trabajado por la paz. Han sido muchas desde ámbitos personales y políticos, a veces muy distintos. Ellas, junto a las fundaciones y a las organizaciones de las víctimas y junto a partidos y sindicatos, empresarios, medios de comunicación, hemos acabado construyendo una sociedad vertebrada y exigente, que nos ha liberado definitivamente de este chantaje y de esta pesadilla. Quiero terminar con unas palabras dirigidas al Lehendakari. Lehendakari: ésta será la legislatura de la paz. Ha sucedido y honradamente creo que no por casualidad, en la legislatura en la que nos ha correspondido gobernar el país. Tú lo has hecho esta mañana al reivindicar a todos los lehendakaris que te han precedido y yo quiero simbolizarlo en el Lehendakari Ardanza, que presidió el Pacto de Ajuria Enea, piedra angular en mi opinión y punto de inflexión incuestionable entre los años 80 y el Pacto Antiterrorista del año 2000, que suscribieron el entonces Presidente Aznar y José Luis rodríguez Zapatero, en nombre del Partido Socialista. Quiero pedirte que gestiones el tiempo que viene. Quiero que hables a los jóvenes vascos, a nuestros hijos, que les recuerdes una y otra vez de dónde venimos y lo que hemos logrado, pero quiero también que les recuerdes que hay instalada en nuestra sociedad, una subcultura de violencia, que todavía no está ni mucho menos erradicada. La violencia ha sembrado hábitos políticos que no desaparecen de la noche a la mañana. Lo que necesita la vida pública en este país es, no sólo coexistencia, sino conversión de hábitos: - Reconocimiento del adversario, - Respeto a los procedimientos de las leyes y - Una idea de ciudadanía vasca inclusiva de todos los sentimientos de pertenencia. - Quiero pedirte un gobierno para la superación de las heridas que ha dejado en todos nosotros la violencia. Para que sea posible una convivencia reconciliada. Para que la verdad y la memoria no se utilicen como arma arrojadiza de unos contra otros, sino como base de un reconocimiento mutuo de nuestra pluralidad y de nuestra convivencia. La política también es alma. Es pasión. Son emociones. Durante estos años de violencia hemos sentido muchas. Hemos llorado muchas veces por la muerte del amigo. Por el dolor insoportable de la muerte, siempre injusta, de inocentes. Por la muerte siempre inútil del terror. Hemos perdonado muchas lágrimas en la unidad democrática y en la determinación de luchar por la paz. Hoy por fin, podemos llorar de alegría. De emoción incontenida por la paz y la libertad. Hoy son lágrimas de emoción compartida. Hoy podemos decir a todos los vascos, por fin, ZORIONAK. Vitoria, 21 de octubre de 2011

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